El último cibercrack entre los proyectos de Internet es chatroulette.com y ha explotado de un modo que sugiere un potencial viral enorme. Recomiendo estudiar sus posibilidades a los especialistas en marketing de redes sociales y también recomiendo a los padres mantener a sus hijos alejados de esta pesadilla adictiva.
Nació hace tres meses, en noviembre de 2009, como una gracieta para divertirse de un adolescente ruso, Andrey Ternovskiy, y ahora en febrero de 2010 va por 20.000 usuarios y creciendo exponencialmente a diario. De hecho, los inversores de este chaval -su familia- ha contrado un hosting de alto nivel en Alemania porque el boom es tremendo. Como dice Asylum, un blog de referencia en tendencias sociales generadas por el mundo digital, "es nuestro sitio preferido desde Youtube".
Ya ha generado debates sociales en la prensa de medio y se supone que es la nueva gran amenaza para el orden social en Internet. Chatroulette nació como el Salvaje Oeste americano: vale todo. El sistema es sencillo: un chat instantáneo por webcam con desconocidos. Te pone en contacto visual, cara a cara, con un extraño al azar. Puede ser cualquiera. Yo lo he probado varios días y me ha salido gente normal, pero, sobre todo, frikis y gente medio sonada, incluido un americano que debía ser el eslabón perdido. Pero, gracias a ese mecanismo, puedes echar un vistazo a la amplia variedad y abundancia del ser humano. Ahora bien, si se analiza con un poco de detenimiento, es posible concluir que el invento puede tener todo tipo de explotaciones bienintencionadas, incluidas las de marketing. Y sólo desde hoy, 23 de febrero, ha empezado a meter restricciones teóricas para su uso: están prohibidas las obscenidades y no pueden entrar los menores de 16 años. Hasta ahora, era la guerra: valía todo.
Ya han hablado de chatroulette sitios tan serios como la revista Wired, mi preferida, o The New York Times. Puede llegar a ser adictiva.
La cámara se activa sola (salvo si navegas con MAC OS), haces click en START e instantáneamente estás viendo a otro ser humano de otro lugar del planeta en tu pantalla. Pinchas NEXT y ves a otro distinto. Es totalmente surrealista, como dice el Times. No se puede hacer nada más: ni buscar amigos, ni por países, intereses, ni reconectar con alguien que te gustó, nada de nada. Ayer, me conecté y encontré un tipo con una guitarra, el siguiente llevaba puesta una máscara de la muerte (que, por cierto, he visto que está en algunas capturas de pantalla en la red) y te enseña un cartel que dice, en inglés: “Soy la muerte y he venido a por tu alma”. Me encontré también un grupo de estudiantes, todos apiñados, haciendo coñas en una habitación, y luego un tipo en pelotas. Ahí corté y pasé de seguir navegando.
Es como un Frankenstein de Internet: está hecho con el viejo sistema de chat que funciona desde que existe Internet, mezclado con Skype para una videoconferencia sincronizada.Internet ha sido siempre la confrontación entre caos y control; las herramientas como Google, Facebook, Twitter, Digg… son elementos pensados para ayudarnos a poner orden en el caos, para defendernos del Internet salvaje. Chatroulette es como una vuelta a los orígenes. Es el antiFacebook, nadie conoce a nadie, aunque hoy haya empezado a moderarse, a ofrecer algo de control.